Tomaste nombre terrenal
Para traer calma a las aguas
turbulentas
De mis aciagos días
eres mi ángel de la guarda
Que me ampara más de noche que de día
Tal vez vos no lo sepas
Pero llegaste y salvaste mi caída
Con vos los dolores se hicieron suaves caricias.
Y dibujabas una cómplice sonrisa
Pero claro, que tu no lo sabías
Llegaste a mi voluntad sin permiso,
como un ave sin nido y
dolorida
Reposaste en la fría almáciga
Buscando calor y alegría
Sin embargo mi alma devastada y
entristecida por el vértigo
De una gran caída, había perdido toda
su ventura
Y vos ave moribunda y mal herida
Trajiste sosiego a mis funestos días...
qué ironía!
Quizás sin saberlo, también fui ángel de la guarda en tu agonía
que sostuvo tu cabeza en tan dolorosa
desventura
y aun con las alas rotas te enviaba
el aliento de vida
que cada vez la sentía menos mía
y en melancólico y misteriosos
desvelos
desvanecieronse nuestros mutuos
tormentos
Dejando atrás los lamentos para
suplantarlos
por sueños despiertos
y así se hizo tuya mi oración.
“¡Ángel de la guarda protege mis
nocturnas caídas
Y no me desampares ni de noche ni de
día! “
Autor: Narda Garcia