Luis Vaz de Camões
(Lisboa, 1524-id., 1580) Escritor
portugués. Frecuentó la corte real de Lisboa, pero la indiferencia que le
mostró el rey le incitó a afincarse en Ceuta (1547), donde formó parte de la
guarnición de la plaza. A finales de 1549 se hallaba de vuelta en Lisboa, y una
rencilla con un criado de palacio le supuso la cárcel en 1552, a pesar de lo
cual al año siguiente pudo emprender el viaje que había planeado hacia la
India. En 1555 se hallaba en Goa, y no tardó en embarcarse de nuevo en una
expedición. Instalado en Macao, fue acusado de prevaricación y viajó hasta la
India para defenderse. En el viaje de regreso a Goa, en 1559, su barco
naufragó. En 1567 emprendió el viaje de vuelta a Portugal, y, tras una estancia
de varios años en Mozambique, llegó a Lisboa en 1570. Como poeta lírico, Camoes
cultivó las formas petrarquistas, y dominaba perfectamente la ejecución del
soneto. Es autor también de tres comedias: Anfitrión, El rey Seleuco (1545) y
Filodemo (1555). Pero su verdadera importancia como escritor radica en la
poesía épica. En 1572 apareció la obra que le hizo célebre, Los Lusíadas,
epopeya semimítica en verso en la línea de Virgilio y Tasso que narra la
expansión portuguesa por el mundo, sin que falten elementos pertenecientes a la
tradición legendaria de Portugal, como el episodio de Inés de Castro.
Amor é um Fogo que Arde sem se Ver
É ferida que
dói, e não se sente;
É um
contentamento descontente;
É dor que
desatina sem doer.
É um não
querer mais que bem querer;
É nunca
contentar-se e contente;
É um cuidar
que ganha em se perder;
É querer
estar preso por vontade;
É servir a
quem vence, o vencedor;
É ter com
quem nos mata, lealdade.
Mas como
causar pode seu favor
Nos corações
humanos amizade,
Se tão
contrário a si é o mesmo Amor?
ALMA MÍA GENTIL, QUE PARTISTE…
Alma mía
gentil, que partiste
tan pronto de
esta vida descontenta,
reposa allá
en el Cielo eternamente,
y viva yo
aquí en la tierra siempre triste.
Si allá en el
asiento etéreo, en donde subiste,
memoria de
esta vida se consiente,
no te olvides
de aquel amor ardiente
que ya en los
ojos míos tan puro viste.
Y si vieras
que puede merecerte
alguna cosa el
dolor que me quedó
del pesar,
sin remedio, de perderte;
ruega a Dios
que tus años recortó,
que tan
pronto de aquí me lleve a verte,
cuán pronto
de mis ojos te llevó.
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