¡Vino, Néctar
sagrado!
que curas las penas,
hidratas recuerdos ,
fermentas tristezas.
¿No dicen acaso? ,
que no hay celebración
más torcida y áspera
si no tienen en mano
una copa de Vino,
un vino de antaño,
Un vino que nace
del corazón del padre
que alimenta a la prole
con uvas selectas
de tierras Iqueñas.
El mosto fermenta
al calor de la ronda
Humana y fraterna,
porque el vino que se bebe en mi mesa,
es fruto de amor y
trabajo
sapiencia de antaño
que nos dejó mi abuela.
Sus piececillos añejos
Danzan la fiesta
donde la risa es la sepa perfecta.
el destilar se acompaña
Por historias que solo
mi abuela sabía contarlas.
(Y ahora mi madre las cuenta).
Trasiega la crianza
con delicado cuidado,
como si sus manitas tomaran
algún fulgurante rostro
de los que ahí pugnamos
entre abejas y
moscas,
rondando y rondando.
Y pienso, tal vez sin cálculo
nos daba a beber el néctar más dulce
de amor al esfuerzo,
pasión por los suyos, y por los ajenos,
hallábase ahí la enjundia
de nuestras garrafas,
sin que nuestros labios cataran
una gota del tinto, nacido del alma.
Hoy, cada vez que sostengo
En mis manos, una copa de vino
Un tinto muy dulce
que
Roba el amargo a los años
lejanos.
No preciso beberlo,
me embalsa su aroma
ya siento, manzanos, borgoñas,
y dulces recuerdos.
Ahí están ellos (mi padre, mi madre y mi abuela)
entre sepas de
merlot, Cabernet- Sauvignon
saboreo sus semblanzas,
Su lección…y ahora su
ausencia.
¡Déjenme sola!
Con mi copa de vino,
quiero un vino muy tinto
que cuando lo beba
me sepa a familia
y embriague mis penas.
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