jueves, 22 de abril de 2021

HISTORIA DE UN MINERO: DON ELISEO DE LA SONRISA TIERNA





 Una vez un amigo me dijo: - Siempre te veo con personas mayores, parece que todos tus amigos son mayores.

Hasta ese momento no había reparado en ello, es que nunca lo había visto así, creo que no me detengo a ver lo externo, simplemente conecto con una persona y percibo su alma, encuentro niños adelantados, con mucho que contar, que enseñar, y efectivamente en los diferentes viajes que he realizado suelo conectar con personas de aspecto externo mayores, pero con una ternura e inocencia que lo que  encuentro son seres nobles, generosos que sólo quieren transmitir toda la experiencia acumulada. 

Es maravillosa la naturaleza humana, dicen que cuando llegamos a la etapa de adulto mayor, solemos contar repetidas veces las misma historias, y pienso todo lo que nos perderíamos de no ser así, y es que es la etapa del ser humano de transmitir sus conocimientos y experiencias que servirán a las nuevas generaciones, siempre he pensado que la naturaleza no se equivoca, todo funciona de forma sincronizada y perfecta.

En un viaje que realicé por Oyón, en la sierra de Lima, me detuve en la plaza de armas, haciendo fotos y reconociendo el lugar, ya había estado antes en el mismo lugar, pero lo recorrí de prisa porque se me hacía tarde para volver.

En esta oportunidad tenía todo el tiempo que quería para detenerme a contemplar cada rincón, estando en ese trance me crucé con un señor de aspecto bonachón, de hecho, fue su sonrisa tierna lo primero que me animó a acercármele.

Al llegar a él, le pregunté por algún lugar de interés por ahí cerca, para visitar. 

Me dijo: - Sólo la plaza por aquí, pero arriba hay lagunas, también hay minas.

Esto último me llamó la atención, las lagunas ya las conocía de la vez anterior que visité la zona, pero las minas, sabía que habían en la provincia, pero me interesó más saber sobre el mito aquel, de que las mujeres no pueden entrar a las minas, o mejor dicho, no deben entrar, no les permiten, sobre todo al Socavón.

Me confirmó que esa era una creencia verídica, que los mineros no permiten que entren las mujeres porque augura mala suerte, o que no encuentren el mineral y sea una mala jornada.

Por ese entonces, yo estaba interesada en ir  a trabajar a una mina, en el área administrativa, y quería saber cómo era la rutina en esta área, me conto en forma sucinta de la rutina diaria, los entretelones entre compañeros, los espacios comunes de distención, los dormitorios, los horarios de alimentación, todo era atractivo, no sonaba mal, pero luego me contó que él no salía en su quincena de vacaciones, se quedaba en el mismo refugio, porque no tenía familia en Lima, y es así que empieza a contarme su historia.

Tenía 8 años cuando su padre murió, su madre se hizo cargo de él, su hermano y una hermana, ambos menores que él.

Él iba a la escuela del pueblo en Huancavelica, su pueblo natal, lo que me recordó que Huancavelica, era y sigue siendo, uno de los departamentos más pobres del Perú, así transcurrieron el tiempo, y a los 12 años de edad, dejó el colegio para ayudar a su madre, por ser el hijo mayor,  y dedicarse a la cosecha de papas, a cambio de algunas monedas más que ayudaban en la economía familiar, pero al no haber mucha cosecha, decide ir a Ayacucho, porque escuchó, entre sus compañeros, que allá sí había agua y las cosechas eran todo el año, se trepo a la tolva de una camioneta y viajó toda la noche hacia  Ayacucho, soportando un frio inclemente, trabajó ahí por casi un año. 

Luego le avisaron había un lugar llamado Ica donde pagaban bien por cosechar uvas, es así que sale con un grupo de hombres que también buscaban trabajo, se dedicó por 2 años a cosechar uvas y papas eventualmente. ya cumpliendo 16 años le ofrecieron trabajar en una mina, donde le ofrecían hospedaje, alimento, equipo de trabajo, es decir su sueldo le saldría líquido, como decimos aquí, es decir, sin descuentos ni gastos personales, y cada quince días tenía vacaciones de quince días, el joven Eliseo solía quedarse sus días libres en el mismo campamento, porque no tenía familia en Lima o en otro lugar cercano, su madre  y hermanos se habían quedado en Huancavelica, se dedicó a trabajar en la mina, realizando trabajos de extracción, luego de selección, después aprendió a manejar maquinaria pesada, y así transcurrieron 40 años de su vida dedicados a la minería, aunque el sueldo no era sustancioso, sí era una ventaja que les quedaba intacto, sin descuentos ni gastos personales, además del ambiente de camaradería que se vivía en el campamento, pero luego se enteró que existían leyes que los protegía o al menos para prevenir que enfermaran y que la empresa no estaba cumpliendo, como darle leche para protegerlos de los efectos de lo minerales que absorbía el cuerpo así como algunos componentes propios de la explotación de las minas, así veía que muchos de sus compañeros de trabajo jóvenes como él caían enfermos y luego fallecían. Esto le causó preocupación y empezó a indagar entre los demás trabajadores, y se enteró que la mayoría de los mineros estaban condenados a contraer tarde o temprano la enfermedad de tuberculosis, por la afección de los pulmones debido a la contaminación ambiental.

Es así que pensó que ese sería su final, decide trabajar un par de años más para poder ahorrar dinero y luego renunciar, porque antes, todo el dinero que ganaba lo enviaba a su madre. Así llegó a cumplir cuarenta años trabajando en la mina y cuando ya se retiro presentaba tos, al realizarse los chequeos efectivamente había contraído la enfermedad de la tuberculosis, pero que en su caso por suerte estaba en sus inicios, saliendo del trabajo, tuvo que usar sus ahorros para curarse, al poco tiempo fallece su madre, y sus hermanos viajan a Lima donde se reúnen, finalmente ellos forman sus respectivas familias, quedando nuevamente, Don Eliseo, sólo.

Toda esta historia Don Eliseo, me la contó en un tono sereno, incluso con una dulces sonrisa en el rostro, sin reproches ni lamentos, como quien narra la rutina de un día entre los quehaceres de la casa y  hechos anecdóticos.

Es sorprendente la  sabiduría que te da la vida, la experiencia, los años, sabes que todo lo vivido es parte del aprendizaje, no te lamentas ni te asombra, no reniegas ni siquiera brota el más minino atisbo de cólera, ira, rabia, molestia,  con las injusticias, mientras me contaba, a mi se  me despertaba la indignación, pero él lo contaba de forma muy natural, sin lamentos, como quien ya lo vivió todo y nada le asusta ni le sorprende, porque sabe que al final todo pasa, la vida también y la muerte.

Esa serenidad que te transmiten las personas mayores, esa gente que se nos adelantó, que ya no le vas a contar el cuento, porque ellos ya los escribieron. me fascina.

Volví  a casa con el recuerdo de este niño que no tuvo más oportunidad que la que se  labró sólo y gracias a Dios que se aferró al trabajo y no alguna otra actividad menos digna.

Siempre lo recuerdo con cariño,  sobre todo cuando veo jóvenes del ande pero de lo profundo, porque son inocentes, recuerdo que en una oportunidad estaba en el mall de Cajamarca, fui sólo por curiosa, a ver las preferencias del lugar. Cuando frente al cajero de uno de los bancos locales, se encontrban ocho jóvenes del interior, es decir de aspecto de ser de las alturas, tenían enrojecidas sus  mejillas, su piel quemada por el frio, su traje de campesinos, sus sombreros que los llevan no sólo para protegerse del calor sino también como símbolo de respeto, miraban para todos lados y tenían algo en sus manos, conversaban entre ellos y volvían a mirar a todos lados como buscando  a alguien, me acerqué a ellos les pregunté si necesitaban ayuda,  y me dijeron que les habían dado "esto" en el trabajo (me mostraron una tarjeta de ahorros y un papel), y que les habían dicho que ahí está su pago.

Les dije que no deberían confiar en todo el mundo, que tenga cuidado porque en el papel estaba la clave de sus cuentas de ahorro, les expliqué lo que era. ellos no tenían idea de lo que se trataba, al parecer nadie les había explicado o si lo hicieron no fueron claros. Tenían entre 18 y 20 años, pero quienes han tratado con estos chicos saben que hablo de jóvenes con la inocencia de niños, son muy inocentes, confiados y transparentes.

Al ver que no sabían usar el cajero automático, me dispuse a ayudarles, uno a uno fui ayudándoles  a usar el cajero mientras les explicaba, así iban retirando su dinero, ellos querían retirar todo, pero este cajero no entregaba monedas, así que tenia que explicarles que no era posible retirar todo.

Luego me preguntaban si estaba bien el depósito que les hicieron, eso no podía saberlo, intenté averiguar para explicarles, les pregunté cuanto tiempo venían trabajando, cuántas horas del día y cuántos días. 

Grande fue mi sorpresa cuando al menos 5 de ellos me dijeron que ya estaban trabajando 3 meses y unos días, los otros estaban por llegar al tercer mes, lo que les habían depositado era entre 189.00 y 206.00 soles, les pregunté si habían retirado algo y me dijeron que no, y era notorio que primera vez usaban el cajero.

Me pude dar cuenta que claramente había una situación de explotación, se estaban aprovechado de la ingenuidad e ignorancia de estos jóvenes, lamentablemente yo también era inexperta en temas laborales y denuncias de este tipo, no supe qué hacer, y recordando a Don Eliseo, les dije que trataran de ahorrar su dinero y mejor cambien de trabajo, que a la larga su salud corría peligro, porque si les pagaban tan poco por esa labor de alta exposición que realizaban, con seguridad tampoco estaban respetando las otra leyes que los amparaba por trabajar en minas. y les di todas las recomendaciones respeto a sus boletas de pago, pero no supe que más hacer. y me quedé con un sinsabor, una tristeza, indignación, y hasta rabia.

cuando ya de regreso a casa unos días más tarde, le comenté esta situación a mi papá, me explicó que yo podía haber denunciado para que se realice una inspección sorpresiva, lamentablemente no lo sabía y no lo hice. Solo me quedó enviar todas la vibras al universo para que pronto estos jóvenes entendieran que en el mundo hay personas buenas, honestas, pero también hay muchas personas injustas, abusivas y que pronto las sepan identificar, así como que deben aprender que tienen derechos y sepan defenderlos, porque siempre existirán "Los zorros de arriba y lo zorros de abajo"



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