jueves, 7 de julio de 2016

"Día del Maestro" en el Perú



Un año había transcurrido desde la declaración de la independencia del Perú cuando el general José de San Martín se percató de algo. Del 1’300,000 habitantes que tenía el Perú, el 90% no sabía ni leer ni escribir. Nos habíamos librado de una tiranía política, pero no de la tiranía de la ignorancia.
Por esto, San Martín y los intelectuales peruanos que lucharon por la independencia, entre ellos maestro como José Baquijano y Carrillo y Toribio Rodríguez de Mendoza, entendieron que había que hacer del país una escuela grande. Fue así que un jueves 6 de julio, el general fundó la primera escuela normal de varones.
La escuela fue dirigida por Diego Thompson, ex-misionero y excelente maestro que impulsó el método Lancaster, por el que los alumnos más destacados enseñaban a los que iban más atrasados. Thompson también pensaba fundar la primera escuela para mujeres, pero no recibió las facilidades del caso. Incluso su traducción del Nuevo Testamente al quechua se perdió mientras esperaba que se apruebe su impresión.



Comparto un poema inédito que lo escribí en la adolescencia, precisamente para una celebración del día del Maestro en el Colegio secundario.
Escuela fiscal de Juli, Puno 1928
Foto de Manuel Jesús Glave




Mi Maestro

Hoy que la tristeza inmunda, mi alma inunda.
Mi mente, perennes recuerdos trae a mi presente
y en un rincón, de mi larga vida me sumerjo.
Cuando recuerdo a mi maestro,
A ese ser tan diestro, que con majestuosa mirada
de si prorrumpía la ternura que emitía al decir: “¡Buen día!”

Hoy recuerdo a mi maestro con su sonrisa de niño.
Cuando fin ponía con decoro el alboroto de sus palomitas
Que lanzaban proyectiles elaborados con papeles estrujados.

Hoy lo busco,  lo busco y no lo encuentro solo lo veo en mis hermosos recuerdos.

Cómo recuerdo sus sabios consejos que con magistral aplomo
Nos mostraba la vida y su encono
Recuerdo imponentes clases doctorales
Elocuencia y sapiencia en peroratas matinales
Como Olvidar ese alegre menear
De manos, que con afán histriónico
Solo buscaba remarcar la lección en cada fresco corazón.


¡Oh hidalgo maestro!
¡Hacedor de hombre y mujeres egregios
manos y corazón ardientes que abrazaron esta heroica misión!

¡No desmayes en tu anhelo!
¡No claudiques antes el improperio!
Somos las semillas que esperan
Tu mágico riego,  ese cultivo de amor sincero.

Autor: Narda Garcia

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